EL HOMBRE QUE PERDIÓ LA MEMORIA. Cuento Taoísta.
Cuenta
Lieh Tse que había, una vez, un hombre llamado Hua Zi que vivía en Yang li y
que había perdido completamente la memoria. Por la tarde, olvidaba lo que le
habían dicho por la mañana; a la mañana siguiente, no recordaba lo que había
hecho el día anterior. Cuando iba a algún sitio, no se acordaba dónde estaba y
se olvidaba del camino de regreso. Había olvidado hasta cómo caminar o cuándo
sentarse.
Su
familia estaba muy preocupada. No sabían qué hacer. Sufrían porque no los
reconocía. Y, aunque a Hua Zi se le veía en paz y feliz en su situación,
estaban seriamente preocupados por él. Acudieron a adivinos y sanadores de todo
tipo. De nada sirvió. El diagnóstico de los más prestigiosos médicos de la
época solía coincidir en que existía cierta desarmonía irrecuperable entre el
hígado, los pulmones y el bazo, con afectación de los riñones y el corazón. Se
declararon incapaces de curarle.
Un
letrado de Lu, gran filósofo y erudito, se ofreció para sanarlo. La mujer y los
hijos de Hua Zi le prometieron pagarle lo que les pidiese, a cambio de su
curación. El filósofo les dijo: "No se puede remediar ni con hierbas, ni
conjuros, ni con invocaciones, ni recurriendo a las medicinas ordinarias. Es un
problema de mente. Intentaré modificarla, cambiar sus pensamientos. Haré unas
pruebas.”
Acto
seguido, hizo que lo desnudaran y el
enfermo reclamó la ropa; lo tuvo sin comer, y exigió comida; lo dejó a oscuras,
y pidió la luz. Estas pruebas resultaban muy positivas. Les dijo: "Se
puede curar la enfermedad. Sin embargo, mi método es caro y secreto." Tras
pactar el precio a cobrar, despidió a todos y se quedó en la casa, a solas, con
el enfermo, durante siete días.
Nadie
supo qué hizo aquel hombre sabio, ni qué técnicas utilizó, pero lo cierto es
que, en la mañana del séptimo día, Hua Zi tenía su mente curada.
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